VERSIONES DEL CUENTO "La viuda casi millonaria"

VERSIÓN ROMÁNTICA: El plan millonario de la viuda y su querido difunto esposo

Sólo te escribo esto para decirte que nunca me voy a olvidar de vos, sabes por qué, porque te amo, sólo por eso. Ya no estás conmigo, a veces te veo por la casa y siento ese perfume tan rico que te regale en tu cumpleaños pasado. Te fuiste muy rápido y me dejaste con nuestro proyecto a medio camino. ¿Qué haré ahora? Seguiré el plan como si estuvieses aquí, y lo haré en tu nombre porque siempre fue lo que siempre soñaste. Con amor, Laura. 

Estas fueron las palabras de una mujer recientemente viuda, que le escribió a su esposo muerto en su diario íntimo. Laura, una mujer de unos treinta y un poco más, hermosa y sensible. Vive en el barrio de Belgrano, Capital Federal. Más exactamente, en Teodoro García y 3 de Febrero. Enviudó hace un año, motivo por el cual, día tras día se lamenta y llora por los pasillos de su departamento. Aunque siempre con la cabeza en alto para continuar el plan que su marido le había compartido. También, trabaja de lunes a viernes, full time, y no le alcanza para llenar la heladera y cubrir los gastos fijos. Su mamá, la visita de vez en cuando, ya que vive en Pigué, Provincia de Buenos Aires. Y las amigas de Laura...no tiene porque se peleó con todas. Se quedó sin esposo ni amigas. Solo le queda su prima Carolina, quien escucha su llanto rutinario por teléfono todos los santos días.

Entran por su ventana, algunos rayitos de sol que la despiertan junto a su alarma a las 7 y media de la mañana. Rápidamente, se lava los dientes y se arregla un poco la cara de triste que tiene, y recuerda a su marido en el vestidor, siempre pidiéndole que lo ayude con el nudo de la corbata; en verdad estaba locamente enamorada. Se coloca su camisa blanca, una pollera de vestir negra junto con su blazer y unos estiletos que le había comprado su marido antes de fallecer. Rápidamente, sale de su casa, un poco apurada, y se dirige al Starbucks en la esquina de su casa. Todos los días, a las 8 de la mañana, Laura compra su Vainilla Latte allí. Mientras camina con apuro e intentando no caerse con esos tacos tan altos, llega a la estación de subte para ir a su oficina en el centro. Entra al vagón con su café que pareciera que esta a punto de caerse y manchar a Laura. Se sienta, revisa su cartera y se da cuenta que, ¡falta su billetera!. Empieza a recordar, dónde podría haberla dejado y automáticamente, se acuerda que ayer a la noche, pidió sushi por Pedidos Ya y su billetera, quedó en la mesada de la cocina. Siempre su billetera estaba en la cartera. Finalmente, baja en la estación que le corresponde y camina lo más rápido posible al Banco Francés, sobre la calle Reconquista, donde trabaja.

Laura, llega al banco, saluda a sus compañeros y se sienta en la silla de su oficina con un cansancio como si hubiese corrido un maratón. Su café se enfrió como siempre le pasa. Por un instante, recuerda que hoy era el último día para pagar en el banco su tarjeta de crédito. No sabe que hacer. El dinero estaba en su billetera bien contado. 

Su jefe, Martín, golpea la puerta de la oficina de la viuda, y le ordena ir a la sección donde los clientes retiran la cantidad de dinero que posean en sus cuentas. Al regresar de allí, debía darle a Martín el dinero que le solicitó a las tres de la tarde, no le dijo la cifra. A Laura le resultó extraño este pedido ya que ella jamás había ido allí, solo paso caminando pero nunca fue especialmente a esa sección. 

Al llegar, estaban Esteban y Luis, ordenando el dinero y contando. Laura los saludó y muy nerviosa, les dijo "Martín me pidió que suba aquí para retirar un dinero". Acto siguiente, Luis le trae la bolsa y se la da a Laura. Bajando las escaleras, siente que la bolsa pesa bastante, la abre apenas y su cara se iluminó. ¡Había un millón y medio de pesos! Laura comenzó a soñar como si ese dinero fuera suyo, y todo lo que podría hacer con el. Pagaría su tarjeta, se mudaría de casa para dejar de ver la sombra de su marido en cada rincón de su casa, invitaría a su prima a almorzar al lugar más caro de Capital y muchos sueños más. 

Pasan las horas...y llega la famosa hora, las tres de la tarde. Hora en la que su esposo falleció de un cáncer terminal y ella, lo recuerda todos los días. Laura ya a las tres menos dos minutos, estaba apagando su computadora y preparándose para irse. Había arreglado ir a la casa de Carolina, al terminar de trabajar. Martín seguía en una reunión muy importante que igualmente, ya estaba por finalizar. La viuda, se retiró del banco con la cantidad de dinero en su cartera, sin darse cuenta. Tomó el subte como todos los días, y debía bajarse en Bulnes, para ir a la casa de su prima. 

En el trayecto, Laura abre su cartera para avisarle a Carolina que estaba yendo a su casa y ve la gran bolsa con un mensaje. Este decía “amorcito, ya está todo listo para que nuestro tan deseado plan se concrete. Te extraño, te saludo desde arriba.” Su cara hablaba por si sola, shockeada por el mensaje pero a su vez feliz, había robado un millón y medio de pesos, del lugar donde trabajaba. Su teléfono, no estaba allí, estaba en el escritorio de su oficina. Ya no iba a volver, ni tampoco podía avisarle a su prima que estaba yendo. Como última opción, fue a su departamento. Laura sabía que su acto estaba muy mal pero, también sabia que podía comenzar una nueva vida, cumplir el sueño de su esposo. 

Bajó del subte, y empezó a caminar un poco rápido hasta su casa. Al llegar, no sabía si reír o llorar. Estar triste era su estado diario, pero feliz? Era la primera vez desde que falleció Hernán, que estaba con una sonrisa. No entendía de donde salió el mensaje, pero estaba sumamente emocionada ya que había concretado el plan que su esposo le había dejado en sus manos. 

Este era el momento de Laura. Nadie podía localizarla, ni su propio jefe ya que su teléfono no estaba con ella. Su prima, seguro pensaba que ya estaba por llegar a su casa. Era el momento justo para dar un click en su vida y comenzar a vivir de otra forma. Tenía dinero, podría saldar sus deudas y le seguiría sobrando. Eran tantas las cosas que quería hacer, no sabía por dónde empezar. Podría comprar un pasaje de avión y dejar su triste casa, para ser feliz en otro lado pensando en su marido. El estaría muy orgulloso de ella, lo había logrado. Era una victoria en nombre de Hernán.

Laura, pensaba y pensaba, caminaba por el pasillo de su casa. No sabía qué decisión tomar. Se tiró en su cama junto a todos los billetes, pensó y decidió comprar un pasaje de avión con destino a Canadá, donde conoció a Hernán, donde está la familia de él. Se escaparía de Argentina para estar más cerca de su esposo, convivir con sus seres queridos y convertirse en una nueva y rica Laura. 

VERSIÓN MINIMALISTA: La viuda que floreció

Allá por diciembre, entra por la ventana del departamento de Laura, algunos rayitos de sol que la despiertan junto a su alarma a las 7 y media de la mañana. Rápidamente, se lava los dientes y se arregla un poco la cara de triste que tiene. Se coloca su camisa blanca, una pollera de vestir negra junto con su blazer y unos estiletos que le había comprado su marido antes de fallecer. Laura enviudó hace un año y se lamenta todos los días la pérdida de Hernán. Vive en el barrio de Belgrano, no tiene amigas, su madre vive muy lejos y habla muy seguido con Carolina, su prima. 

Rápidamente, sale de su casa, un poco apurada, y se dirige al Starbucks en la esquina de su casa. Todos los días, a las 8 de la mañana, Laura compra su Vainilla Latte allí. Mientras camina con apuro e intentando no caerse con esos tacos tan altos, llega a la estación de subte para ir a su oficina en el centro. Entra al vagón con su café que pareciera que esta a punto de caerse y manchar a Laura. Se sienta, revisa su cartera y se da cuenta que, ¡falta su billetera! Y dice “¿Y ahora qué haré? ¿Volver a casa? No ya no”. Empieza a recordar, dónde podría haberla dejado y automáticamente, se acuerda que ayer a la noche, pidió sushi por Pedidos Ya y su billetera, quedó en la mesada de la cocina. Siempre su billetera estaba en la cartera. Finalmente, baja en la estación que le corresponde y camina lo más rápido posible al Banco Francés, sobre la calle Reconquista, donde trabaja.

Laura, llega al banco, saluda a sus compañeros y se sienta en la silla de su oficina con un cansancio como si hubiese corrido un maratón. Su café se enfrió como siempre le pasa. Por un instante, recuerda que hoy era el último día para pagar en el banco su tarjeta de crédito. No sabe que hacer. El dinero estaba en su billetera bien contado. 

Su jefe, Martín, golpea la puerta de la oficina de la viuda, y le ordena ir a la sección donde los clientes retiran la cantidad de dinero que posean en sus cuentas. Al regresar de allí, debía darle a Martín el dinero que le solicitó a las tres de la tarde, no le dijo la cifra. A Laura le resultó extraño este pedido ya que ella jamás había ido allí, solo paso caminando pero nunca fue especialmente a esa sección. 

Al llegar, Laura le pide el dinero a Luis y Esteban, le aclara que Martín la envió. Acto siguiente, Luis le trae la bolsa y se la da a Laura. Bajando las escaleras, siente que la bolsa pesa bastante, la abre apenas y su cara se iluminó. ¡Había un millón y medio de pesos! Laura comenzó a soñar como si ese dinero fuera suyo, y todo lo que podría hacer con él. Pagaría su tarjeta, se mudaría de casa para dejar de ver la sombra de su marido en cada rincón de su casa, invitaría a su prima a almorzar al lugar más caro de Capital y muchos sueños más. 
Pasan las horas...y llega la famosa hora, las tres de la tarde. Había arreglado ir a la casa de Carolina, al terminar de trabajar. Martín seguía en una reunión muy importante que igualmente, ya estaba por finalizar. La viuda, se retiró del banco con la cantidad de dinero en su cartera, sin darse cuenta. Tomó el subte como todos los días, para bajarse en Bulnes, la estación de la casa de su prima. 

En el trayecto, Laura abre su cartera para avisarle a Carolina que estaba yendo a su casa y ve la gran bolsa. Su cara hablaba por si sola, había robado un millón y medio de pesos, del lugar donde trabajaba. Su teléfono, no estaba allí, estaba en el escritorio de su oficina. Ya no iba a volver, ni tampoco podía avisarle a su prima que estaba yendo. Como última opción, fue a su departamento. Laura sabía que su acto estaba muy mal pero, también sabía que podía comenzar una nueva vida. 

Bajó del subte, y empezó a caminar un poco rápido hasta su casa. Al llegar, no sabía si reír o llorar. Estar triste era su estado diario, pero ¿feliz? Era la primera vez desde que falleció Hernán, que estaba con una sonrisa. 
Este era el momento de Laura. Nadie podía localizarla, ni su propio jefe ya que su teléfono no estaba con ella. Su prima, seguro pensaba que ya estaba por llegar a su casa. Era el momento justo para dar un click en su vida y comenzar a vivir de otra forma. Tenía dinero, podría saldar sus deudas y le seguiría sobrando. Eran tantas las cosas que quería hacer, no sabía por dónde empezar. Laura, pensaba y pensaba, caminaba por el pasillo de su casa. No sabía qué decisión tomar. Finalmente, decidió pedirle prestado a su vecina el celular y llamó a Martín para avisarle que la bolsa accidentalmente estaba en su cartera. Y agregó “Si quiere podemos encontrarnos y se la devuelvo”. Martín aceptó. Y de paso, Laura conseguiría una cita con su jefe preferido. 

VERSIÓN DE TERROR: El fantasma de la viuda

Laura, una mujer de unos treinta y un poco más, hermosa y sensible. Vive en el bario de Belgrano, Capital Federal. Más exactamente, en Teodoro García y 3 de Febrero. Enviudó hace un año, motivo por el cual, día tras día se lamenta y llora por los pasillos de su departamento. También, trabaja de lunes a viernes, full time, y no le alcanza para llenar la heladera y cubrir los gastos fijos. Su mamá, la visita de vez en cuando, ya que vive en Pigué, Provincia de Buenos Aires. Y las amigas de Laura...no tiene porque se peleó con todas. Solo le queda su prima Carolina, quien escucha su llanto rutinario por teléfono todos los santos días.

Entran por su ventana, algunos rayitos de sol que la despiertan junto a su alarma a las 7 y media de la mañana. Rápidamente, se lava los dientes y se arregla un poco la cara de triste que tiene. Se coloca su camisa blanca, una pollera de vestir negra junto con su blazer y unos estiletos que le había comprado su marido antes de fallecer. Rápidamente, sale de su casa, un poco apurada, y se dirige al Starbucks en la esquina de su casa. Todos los días, a las 8 de la mañana, Laura compra su Vainilla Latte allí. Mientras camina con apuro e intentando no caerse con esos tacos tan altos, llega a la estación de subte para ir a su oficina en el centro. Entra al vagón con su café que pareciera que esta a punto de caerse y manchar a Laura. Se sienta, revisa su cartera y se da cuenta que, ¡falta su billetera!. Empieza a recordar, dónde podría haberla dejado y automáticamente, se acuerda que ayer a la noche, pidió sushi por Pedidos Ya y su billetera, quedó en la mesada de la cocina. Siempre su billetera estaba en la cartera. Finalmente, baja en la estación que le corresponde y camina lo más rápido posible al Banco Francés, sobre la calle Reconquista, donde trabaja.

Laura, llega al banco, saluda a sus compañeros y se sienta en la silla de su oficina con un cansancio como si hubiese corrido un maratón. Su café se enfrió como siempre le pasa. Por un instante, recuerda que hoy era el último día para pagar en el banco su tarjeta de crédito. No sabe que hacer. El dinero estaba en su billetera bien contado. 

Su jefe, Martín, golpea la puerta de la oficina de la viuda, y le ordena ir a la sección donde los clientes retiran la cantidad de dinero que posean en sus cuentas. Al regresar de allí, debía darle a Martín el dinero que le solicitó a las tres de la tarde, no le dijo la cifra. A Laura le resultó extraño este pedido ya que ella jamás había ido allí, solo paso caminando pero nunca fue especialmente a esa sección. 

Al llegar, estaban Esteban y Luis, ordenando el dinero y contando. Laura los saludó y muy nerviosa, les dijo "Martín me pidió que suba aquí para retirar un dinero". Acto siguiente, Luis le trae la bolsa y se la da a Laura. Bajando las escaleras, siente que la bolsa pesa bastante, la abre apenas y su cara se iluminó. ¡Había un millón y medio de pesos! Laura comenzó a soñar como si ese dinero fuera suyo, y todo lo que podría hacer con el. Pagaría su tarjeta, se mudaría de casa para dejar de ver la sombra de su marido en cada rincón de su casa, invitaría a su prima a almorzar al lugar más caro de Capital y muchos sueños más. 

Pasan las horas...y llega la famosa hora, las tres de la tarde. Laura ya a las tres menos dos minutos, estaba apagando su computadora y preparándose para irse. Había arreglado ir a la casa de Carolina, al terminar de trabajar. Martín seguía en una reunión muy importante que igualmente, ya estaba por finalizar. La viuda, se retiro del banco con la cantidad de dinero en su cartera, sin darse cuenta. Tomó el subte como todos los días, y debía bajarse en Bulnes, para ir a la casa de su prima. 

En el trayecto, Laura abre su cartera para avisarle a Carolina que estaba yendo a su casa y ve la gran bolsa con un mensaje. Este decía “amorcito, ya está todo listo para que nuestro tan deseado plan se concrete. Te extraño, te saludo desde arriba.” Su cara hablaba por si sola, shockeada por el mensaje. Además, había robado un millón y medio de pesos, del lugar donde trabajaba. Su teléfono, no estaba allí, estaba en el escritorio de su oficina. Ya no iba a volver, ni tampoco podía avisarle a su prima que estaba yendo. Como última opción, fue a su departamento. Laura sabía que su acto estaba muy mal pero, también sabia que podía comenzar una nueva vida. 

Bajó del subte, y empezó a caminar un poco rápido hasta su casa. Al llegar, no sabía si reír o llorar. Estar triste era su estado diario, pero ¿feliz? Era la primera vez desde que falleció Hernán, que estaba con una sonrisa. Se acostó en su cama y volvió a leer el mensaje que había encontrado en su cartera. Acto seguido, la puerta de su placard se cerró tan rápido y con un ruido inmenso. La viuda se asustó pero vio su ventana medio abierta, y pensó que fue eso. Luego de un rato, la canilla del lavamanos se abrió. Laura escuchaba que caía agua de algún lado pero no sabía de dónde. Al caminar por el pasillo de su casa, descubrió que era el baño de donde provenía el ruido. Ahora si tenía miedo. Fue corriendo a su cuarto y se encerró. 

Se tapó con la colcha de su cama. Temblaba de miedo, era tanta la desesperación que no sabía que hacer. Empezó a escuchar unos pasos dirigiéndose a la habitación, pasos lentos pero fuertes. Alguien estaba tocando la puerta, tocaba y tocaba. Y decía “Abrime la puerta Laura, dame la bolsa con la plata, me pertenece”. No sabía quien era, ¿su esposo? La viuda gritó “Hernán, ¿sos vos?”. No paraban de tocar la puerta. Nadie respondió pero le dijo de forma agresiva “Abri la puerta porque te juro que la tiro abajo”. Laura ni se movió que el fantasma tiró la puerta y la viuda, que tenía ataques de pánico, murió.



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