Consigna narrativa: Momentos de quiebre o pérdidas propias

La piedrita de mi camino 

Hace 19 años, dos personas que se querían y adoraban mucho, decidieron traerme a este mundo, fruto de su inmenso amor. Desde que vi la luz, aquel domingo 17 de marzo de 2002, Día de San Patricio, me sentí tan amada por toda mi familia. Era el único bebe, siendo el centro de atención de todos. Mis abuelos me criaron hasta mis cuatro años, ya que mis papas trabajan de lunes a viernes sin parar. Cuando cumplí un año, mis papas se separaron y se divorciaron. No me acuerdo nada ni se que día exacto pasó, pero ya es un hecho. Y así, crecí toda mi infancia, pre adolescencia y juventud, con mi mamá por un lado y, mi papá por el otro. Aunque mejor dicho, crecí con mi mamá únicamente. Siempre el vínculo materno fue más fuerte que el paterno, tanto con mi mamá como con mis abuelos, sus padres. 
De pequeña, mi papá me buscaba por casa el fin de semana, siempre íbamos a comer a algún restaurante por Belgrano y los sábados, almuerzo con su familia. Digo su familia y no la mía, porque nunca los sentí parte de mi círculo, son personas que hoy en día no saben nada de mi. Con los años, fui creciendo y ya no quería estar todo el finde con mi papá, tenía salidas con mis amigas y/o tenía que estudiar para el colegio. Es normal que esto ocurra, vamos creciendo y nos vamos despegando de nuestros progenitores. Lo que pasa es que, yo me fui alejando de mi papá hasta el día de hoy que lo desconozco. No tengo recuerdos de él, nunca fue a mis actos de colegio ni estuvo en las cosas más importantes de la vida (el Ratón Pérez, el cumpleaños de quince, las fiestas, aprender a manejar, la gala de fin de curso, el ingreso a la universidad y muchos otros momentos más). Es increíble como la persona que decidió traerte a este mundo, no tenga amor ni cariño por vos. Cuando era más chica, no pensaba tanto en esto y sufría menos; hoy ya más adulta, cuando sale el tema, prefiero esquivarlo para no llorar. 
De todas formas, tuve la suerte de que se presenten en mi vida muchas personas que hasta el día de hoy, me quieren y me cuidan como si fuese su hija. Mi mamá es la persona que más me quiere y me apoya en todos los ámbitos. Para no estar mal y ponerme a pensar, siempre digo lo mismo: él es el afectado, perderte del crecimiento de un hijo es lo más triste que existe. Además, cuando era más chica, si lo necesitaba pero ahora no. Soy independiente y si necesito algo, sé que muchas personas a las que quiero me darán su mano. El se perdió de mí, nunca tendrá charlas de padre a hija ni momentos lindos por sumar. No estoy segura si él sentirá algo o pensará en mí todos los días; pero de lo que sí estoy segura es que, todas estas cosas que viví y me tocaron transitar sin elegirlas, me hicieron la persona que soy hoy. Mi fortaleza se la debo a esto. 
Reconozco que escribir estas palabras me cuesta, pero sigo afirmando que escribir te libera. Soy de esas personas que se guardan las cosas dentro de uno y no la larga hasta que “rebalse el vaso”. Y cuando eso pasa, mi mundo se cae, soy una montaña rusa de emociones y muchas veces, recurro a la escritura como forma de terapia. Escribo mucho o poco, pero lo hago y en verdad, ayuda mucho. Te calma, te da paz. Igual, la tranquilidad me dura por momentos; porque este tema que decidí tratar hoy, es algo que tengo pendiente desde hace mucho y debo tomar el coraje de resolverlo. Siempre encuentro alguna excusa para no hacerlo, porque es más fácil escribir que afrontarlo. 
Lo único que tengo para decir es que llegamos a esta vida ya condicionados por lo que nos toca pero por suerte, somos los dueños de nuestro destino, vos decidis para dónde quieres ir y nadie puede impedirlo. Aunque, hay piedras en el camino que van a hacer que te cueste llegar a donde quieres estar pero...no tengas miedo, vos seguí. En mi caso, esta es mi piedrita que me encontré hace bastante. Me retiene a veces, y otras, me deja seguir. ¿Será una piedrita que cargo en la espalda? Entonces, es la hora de agarrar esa piedra y charlar con ella. 



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